
Hemos cumplido 10 años
25 junio, 2020La irrupción del COVID-19 en nuestras vidas, y la influencia del mismo en el orden mundial, puede suponer una buena oportunidad para el reinicio del sistema. Aunque su aparición, en caso alguno, haya sido voluntario (no es el cometido de este artículo cuestionar este extremo), puede que resulte de lo más oportuno.
El pasado 28 de abril, la canciller alemana Angela Merkel, en su intervención por videoconferencia en la segunda jornada del Diálogo de Petersberg, un congreso internacional sobre la lucha contra el calentamiento global, que se celebra anualmente en Berlín, y cuya actual edición es digital, señaló que los programas de reconstrucción tras la crisis del coronavirus se deben llevar a cabo siguiendo criterios medioambientales y climáticos para combinar ecología y economía.
Sus palabras no son nuevas, en cuanto a su voluntad de que el crecimiento económico debe hacerse en equilibrio con la protección y preservación del medioambiente. Ya en el mes de septiembre de 2019, anunció un paquete de medidas para proyectar la necesaria transición de la economía alemana hacia un concepto verde. En su momento, con estas medidas, intentaba dar respuesta a la fuerte opinión pública alemana para la que el medioambiente se ha convertido en una de sus principales preocupaciones y que ha salido a la calle para hacerse oír. Parece que a veces más conscientes que sus gobernantes de una realidad incuestionable. Con independencia de las razones que motivan este posicionamiento, en este caso de la Sra. Merkel, no es malo descubrir dirigentes que parece atienden a los intereses de aquellos ante los que deberían responder.
No es cuestión de identificarnos de forma personal con la Sra. Merkel, pero sí con una idea que nos debería resultar común a todo: el medioambiente requiere de una adecuada gestión de sus recursos y una apuesta firme por establecer medidas para su protección. Este parón, puede ser una buena oportunidad para dar un giro sustancial en nuestro rumbo.
El problema es evidente y, desde luego, muy complicado de cuestionar. En el año 2018 las emisiones de CO2 ascendieron a 33.143 millones de toneladas y, a pesar de que en ese año se batía un record histórico, no ha sido necesario esperar mucho para volverlo a lograr. En la reciente cumbre del clima de Madrid (COP25), se señaló que el año 2019 se cerraría con un aumento en las emisiones de dióxido de carbono del 0,6%. Y sigue subiendo.
Hoy ha sido un virus incontrolado, pero mañana puede ser una más que presagiada crisis climática, de efectos impredecibles, que nos lleve a un nuevo punto de no retorno. Por lo que, cuando suceda, la sorpresa no debería ser mayúscula.
Ya hoy es evidente que el COVID-19 ha supuesto un duro golpe a la estabilidad económica mundial y gran parte de sus efectos se proyectarán a lo largo de los próximos años. Pero, ¿si lo convertimos en un modo de reiniciar la economía y desarrollar otra forma de relacionarnos con el planeta?
Aunque al inicio de las fases de reclusión, en los diferentes países, eran muchas las voces que hablaban que después de esta etapa no seriamos los mismos, pero parece poco probable que esto se cumpla. Para el cambio hacen falta acciones. No pasará sin más. Si no se toman medidas, volveremos al mismo punto en el que nos encontrábamos antes de esta crisis sanitaria (que ya ha tornado en económica). Espero que no hayamos olvidado que el rumbo entonces no parecía el mejor.
Por lo menos a medio plazo el ser humano está obligado a habitar en este planeta, por lo que parece razonable adoptar políticas claras y ambiciosas para su cuidado y preservación. Porque seguir escondiendo la basura bajo la alfombra parece que ya no es efectivo, y más que nunca queda de manifiesto que un hecho acaecido al otro lado del planeta, por lejana que nos resulte, nos afecta y de forma sustancial. Como la teoría del efecto mariposa de Edward Lorenz, ese acontecimiento se amplifica hasta convertirlo en dimensiones y condiciones impredecibles. Y es que nos encontramos con que nuestro mundo globalizado, entendida esta condición, en muchas ocasiones, como una virtud, nos expone a las complejas vicisitudes de un vasto y complicado mundo.
Nuestro modo de consumo y de explotar los recursos naturales, nos termina afectando. A todos (aunque, como siempre, a unos más que a otros). Es por lo que aprovechar este reinicio del sistema puede ser una buena idea y, a partir de esta, articular de forma efectiva, y mucho menos efectista, el diseño de un modelo económico que valora a su entorno porque comprende que nuestros actos son pieza clave en su conservación. Acciones tendentes a adoptar medidas para el favorecimiento del reciclaje y la reutilización de los materiales que empleamos en nuestras vidas diarias, políticas de transporte público que favorezcan el acceso de la sociedad para lograr una efectiva reducción de las emisiones de CO2, la promoción de la generación de energías renovables reconociendo que no son futuro sino presente, la racionalización del uso de los recursos naturales para evitar una acelerada destrucción de los entornos naturales, etc. Una lista que puede ser infinita, por lo innumerable de las acciones que podemos desarrollar.
La preocupación por nuestro planeta no es nada nuevo, ni la voz que alerta que nuestro modelo de crecimiento no es sostenible. Ya hace más de 100 años que se escuchan voces que alertan del peligro. Y parece que no hacer nada ahora sería cuestión de necedad. El tiempo no perdona y los efectos de nuestra cuestionable gestión de los recursos cada día son más evidentes.
Es una cuestión de todos, desde los Estados apostando por modelos medioambientalmente sostenibles, como de cada ciudadano desarrollando un consumo racional de los recursos. Nuestro modelo de consumo hoy, condiciona de forma evidente la configuración del planeta que nos espera mañana.
Hoy comparto plenamente las palabras de la Sra. Merkel y espero que sea capaz, igual que cada uno de nosotros, de acompañarlas de acciones que de forma firme hagan posible el cambio. Porque, lamentablemente, no sucederá de forma espontánea.
Por lo que la pregunta que hoy nos debemos hacer es si seremos capaces de aprovechar esta oportunidad de reiniciar el sistema como un modo de mejorarlo, ¿o todo quedará en otra oportunidad desaprovechada?
Javier Cenzual Miñano
Director General