Los arrecifes de corales profundos son uno de los ecosistemas más importantes y menos conocidos del océano. A diferencia de los arrecifes de corales tropicales, que viven en aguas cálidas y poco profundas, estos corales mesofóticos habitan en aguas más frías y oscuras, a profundidades superiores a los 80 metros y pueden desarrollarse de manera independiente de la luz del sol. Se encuentran presentes en todos los océanos, incluyendo la región de la Macaronesia y las islas Canarias. Están compuestos por varias especies de cnidarios, por lo general de lento crecimiento y en su gran mayoría carecen de zooxantelas (endosimbiontes fotosintéticos), por lo que dependen de la captura de alimento de origen planctónico (maná), de la absorbción directa de nutrientes disueltos en el agua e incluso de la caza de pequeños animales.
Estos arrecifes de corales profundos juegan un papel fundamental en el medio ambiente por varias razones. En primer lugar, proporcionan un hábitat vital para muchas especies de peces y otros animales marinos, incluyendo crustáceos, moluscos y equinodermos. En Canarias muchos de estos animales son endémicos de las aguas de la Macaronesia y se alimentan de los corales y de otros organismos que crecen en torno a ellos. Además, las bioconstrucciones que producen los corales ofrecen refugio para las crías de peces y otras especies marinas de interés pesquero, actuando como “islas” submarinas. Por lo que su conservación ayuda a mantener la biodiversidad y heterogeneidad de los ecosistemas marinos profundos, al mismo tiempo que nos proporciona otros servicios ecosistémicos y económicos.
No sólo son importantes para la vida marina, estos arrecifes de profundidad también juegan un papel clave en la absorción del dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Al igual que los bosques, los arrecifes de corales profundos pueden almacenar grandes cantidades de carbono en su esqueleto y tejidos. De hecho, se estima que pueden almacenar hasta cinco veces más carbono que los bosques tropicales. El estudio de estas bioconstrucciones puede proporcionar información muy relevante sobre la historia geológica de la Tierra, sobre la paleoclimatología y sobre la propia evolución de estos ecosistemas marinos.
Sin embargo, estos arrecifes de corales profundos están en peligro debido a una serie de factores. Una de las mayores amenazas es la pesca destructiva, que utiliza técnicas como el arrastre de redes para capturar peces y otros animales marinos. Estas prácticas arrasan con el fondo marino indiscriminadamente, incluyendo a los corales y al ecosistema que los rodea. Además, la contaminación del agua y el cambio climático también están afectando a los corales profundos. La acidificación del océano, causada por el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera provoca que el esqueleto de los corales, formado por carbonato cálcico (CaCO3), se disuelva, llegando a provocar su muerte. Algunos corales de profundidad desarrollan esqueletos de magnesita, una variante de los esqueletos aragoníticos (CaCO3) rica en magnesio, que permite una cierta adaptación a ambientes de alta acidez y baja disponibilidad de carbonatos.
Para proteger los arrecifes de corales profundos y su importante papel en el ecosistema marino, es necesario tomar medidas urgentes. Esto incluye la creación de áreas marinas protegidas en la región de la Macaronesia, donde se limiten las actividades de pesca y se promueva la investigación y el monitoreo de los corales. También es importante abordar el cambio climático y reducir las emisiones de CO2 para minimizar la acidificación del océano.
Los corales profundos son un ecosistema marino clave para la biodiversidad y el secuestro de carbono de mares y océanos. La región de la Macaronesia es hogar de muchas especies endémicas y, por lo tanto, es vital proteger los arrecifes de corales profundos que proporcionan hábitat y cobijo a muchas de estas especies únicas en el mundo. La protección de los distintos hábitats marinos garantizan la salud del ecosistema marino en su conjunto.
Daida Almeida Navarro
Gabriel Herrera Quintana